05 julio 2012

Dos lados flacos de la pelota cubana



Por muchas razones el béisbol cubano bajó y baja su calidad. Entre ellas, señalo el gran número de peloteros que abandona el país y, por tanto, fuerza el debut en Series Nacionales de jóvenes sin calidadmínima. Y también la escasa, exigua, diminuta, imperceptible cantidad de juegos disputados por los beisbolistas en las categorías menores.
Son dos puntos en los cuales tiene que trabajar sin descanso la Federación Cubana de Béisbol. Uno, motivar y jerarquizar la participación y rendimiento en la elite. Dos, armar una estructura, para escolares y juveniles, que les garantice muchos juegos en torneos similares a los de mayor rango en Cuba e internacionales.
(Acaba de definirse el campeón juvenil, Matanzas se coronó, en una hexagonal, apenas cinco desafíos de siete entradas para cada equipo por el deterioro meteorológico. Y, para colmo, sucedió a semanas, no a continuación, de la fase preliminar).
Con ellos, la instrucción y superación técnica también debe preocupar y ocupar sobremanera a las autoridades del béisbol aquí.
Ora porque algunos colaboran en otras naciones, ora porque unos, longevos ya, se retiraron y no tuvieron relevo natural, ora porque otros son desestimados, la fuerza técnica de la Serie 51 fue inexperta, cuando menos, principalmente los manager, cuyos ascensos suceden por obra y gracia de no sé cuál principio, ¿el de Arquímedes, acaso?
Más de cinco equipos estrenaron directores, la mayoría sin experiencia como asistentes, coach o entrenadores en el máximo nivel. Otros, sin preparación académica o empírica previa, llegaron a esos puestos y ahí están, aunque los resultados no avalan la permanencia. Y hasta los hay que proceden de otros deportes, como si en la pelota faltaran sesos y méritos.
La dirección técnica —entendida como ejercicio profesional, necesitado de conocimientos, formación, superación, personalidad, prestigio, aptitud para convocar y hermanar, capacidad de adaptar e improvisar, autoridad y experiencia…— es un punto flojo en el béisbol cubano hoy.
Y si se le suman los dos problemas arriba enunciados, más los que se dicen a diario, el resultado no puede ser otro que campeonatos mediocres (el último fue disputado sí, pero en un nivel muy bajo).
La tendencia llega al equipo Cuba. Eso es lo peor. Como sucede en las provincias, se desconocen los criterios considerados para elegir al piloto de la selección nacional.
No se saben, porque no está establecida una metodología, una práctica, una rutina para designarlo. No se saben, porque falta transparencia, esto es, argumentos, razones para anunciar, para explicar, para presentar sin demoras, públicamente, sin medias tintas, quién es, y por qué, el DT.
Sí se sabe que es muy alta la probabilidad de responsabilizar al campeón nacional de turno con nuestra suerte internacional. Así, con el presidente de la Federación Higinio Vélez entre ellos, se alternaron en el cargo Antonio Pacheco, Rey Vicente Anglada, Esteban Lombillo, Eduardo Martín (que no ganó nada) y Alfonso Urquiola.
Se turnaron de un modo caótico y con resultados insatisfactorios, la palabra que encuentro para no ofender a nadie.
Como si tocar violín fuera lo mismo que soplar la flauta, incluso aquí donde los buenos músicos hacen olas.
Dígame alguien qué de malo tiene convocar a una conferencia de prensa, una semana lejos de los play offs, pongamos, para anunciar el director, y explicar las razones de la elección y de la propia nómina, además de las ambiciones del team. Esa sería una manera clara y abierta de obrar en un asunto patrio puedo decir.
Recién se colocó a Roger Machado al mando de una selección para el examen versus Nicaragua, uno que, se sabía, era imposible reprobar, y se afrontó a fin de observar a peloteros estrenados en trajines internacionales (la intención, si no es mentirosa, invalida el llamado de Alfredo Despaigne, Vladimir García, Freddy Asiel Álvarez, Alexander Malleta, Alexei Bell, Yulexis La Rosa, Ismel Jiménez y Dalier Hinojosa que, si pudieron, conocieron mucho o mejor la ciudad de Managua, pero, seguro, aportaron muy poco a sus acervos deportivos).
De cierto modo, cuando son pocos los aspirantes al puesto, Machado también fue observado en el tope, saldado con balance de cuatro éxitos y un empate (1×1, que más supo a derrota).
Su evaluación, seguro, es atribución de Jorge Fuentes, ex DT, ahora jefe técnico de la preparación de la preselección nacional, el nombre que más suena, entre los aficionados, digo, para conducir a Cuba por los caminos del III Clásico Mundial.
Este redactor, a la distancia, desde su butaca, TV mediante y ausente el sonido por problemas del ATEC Panda, lo valoró sin pretensión de sentenciar al estratega, aún joven, y sí con la inclinación a valorizar su posible candidatura.
Y mi opinión es que dirigió con miedo a perder (como casi todos los últimos que calzaron sus spikes) y a la usanza de la Serie Nacional (como si no contara con más pólvora que en la plantilla de Ciego de Ávila).
Eso me explica, por ejemplo, que en el primer partido, definido con marcador de 2×1 a su favor, hiciera cambios cuestionables, que demoraron en llegar. Que Guillermo Heredia y Yordan Manduley tuvieran apenas cinco veces al bate (por cierto, batearon .400), si ellos son precisamente los más necesitados de fogueo. Y que mantuviera su filosofía ofensiva —”a mí me gusta tocar, ha declarado”— en situaciones que aconsejaban, para la dinámica y práctica del grupo, la jugada de hit and run, puesto que es más fértil y tiene armas con qué realizarlas.
El campeón de la Serie 51, no obstante mi criterio, tiene un paso arriba de sus iguales, para hacerse con las riendas de la selección cubana. Tiene un paso delante de Víctor Mesa e Iday Abreu, de Lázaro Vargas, Juan Castro o Esteban Lombillo (si pudiera elegir, me quedo con Víctor, un “loco” capacitado para hacer lo cuerdo, pero este es asunto para otra vez).
Así lo veo, aunque el nombramiento de Jorge Fuentes se me antoja un parche antes de la gotera o el poder detrás del poder. O es la opción primera para dirigir a la vuelta de nueve meses y el sentido común aconsejó desempolvarlo, disculpen, atarearlo con responsabilidad mayor de la que asumió a su salida del banquillo de Pinar del Río, sugirió colocarlo más cerca —o a cargo— de las decisiones.
Ningún otro nombre se baraja. Ningún otro técnico, oficialmente, es tenido en cuenta para el puesto. O al menos, no se ha hecho público.
Ese es un síntoma elocuente de que la dirección técnica no es uno de los puntos fuertes del béisbol cubano hoy.
Como también es un lado flaco la morosidad e incertidumbre que siempre acompaña a las informaciones del béisbol. Tanto así, que a menos de diez días del tope Cuba-Estados Unidos, no sabemos aún si Roger Machado seguirá al frente de la selección contra los universitarios norteños, hasta la Semana beisbolera en Haarlem, Holanda, y la supuesta gira por Asia en octubre —anunciada, sin querer me parece, por Nemesio Porras, el presidente de la federación de Nicaragua en una declaración durante el tope—, o si en definitiva completará el período hasta el III Clásico Mundial.
Tener paciencia, como siempre, es nuestra opción.
Quizás de todo nos enteraremos según los vaivenes meteorológicos o según se alineen los astros (como el DT francés Raymond Domenech, que armaba el once galo de acuerdo con el zodiaco). Va y de pronto sabemos quién o quiénes serán los DTs del equipo Cuba, a lo mejor nos enteramos el día mismo que se decida, antes del 5 de julio tendrá que ser, si participamos o no en la Serie del Caribe 2013.


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