Beisbol de Cuba |
.- Una tormenta política se cierne sobre los terrenos del béisbol internacional, con el epicentro localizado en la capital cubana. En menos de 24 horas, los jerarcas del deporte en la isla recibieron dos noticias devastadoras para su ego.
La primera es que Cuba no fue aceptada como invitada a la Serie del Caribe que se disputará en febrero del año próximo en la ciudad mexicana de Hermosillo.
Los cubanos alegaron falta de dinero para poder integrarse como miembros plenos de la Confederación de Béisbol del Caribe, con lo cual contraerían una serie de obligaciones financieras para las que dicen no estar preparados.
En cambio, como invitados, los organizadores habrían corrido con todos los gastos de la delegación cubana, usualmente más numerosa de lo habitual, por la amplia presencia de efectivos de seguridad.
Y cuando aún no habían digerido bien la noticia, llega otra que cae como un balde de agua fría sobre La Habana.
La segunda fase del III Clásico Mundial, que se disputará en marzo del 2013, se jugará en el flamante nuevo estadio de los Miami Marlins.
O lo que es igual: Si la selección de la isla avanza a esa segunda etapa, tendría que jugar en la capital del exilio cubano en Estados Unidos.
Inmediatamente surgieron las teorías conspirativas. Un colega de La Habana, cuyo nombre me reservo por su seguridad, dijo que detrás de todo había un complot para “ponérsela difícil” a los peloteros cubanos.
Sin dudas, jugar en Miami significaría una presión adicional para algunos jugadores. Hay en la Capital del Sol grupos de exiliados en extremo intransigentes, que arman un escándalo ante la presencia de cualquiera que huela a Cuba.
No se extrañe nadie si La Habana protesta ante la posibilidad de tener que jugar en Miami, alegando las consabidas razones de seguridad y echándole mano al ejemplo de lo ocurrido con Ozzie Guillén, el manager venezolano de los Marlins, cuando a inicios de temporada dijo que admiraba a Fidel Castro.
No sería raro que incluso presionaran por un cambio de sede y amenazaran con retirarse de la lid, algo que no es primera vez que sucede.
Ya ocurrió hace cinco años. Chicago organizó el XIV Campeonato Mundial de Boxeo Amateur y Cuba se negó a venir, ante el temor de posibles fugas de sus peleadores, en busca de un mejor futuro en el profesionalismo.
Y aunque en los últimos tiempos Cuba ha perdido bastante peso en el concierto del béisbol internacional, sigue siendo uno de los países con mayor tradición en el deporte de las bolas y los strikes.
Lo cierto es que la elección de Miami como sede de la segunda fase del Clásico no obedece para nada a una intención de provocar una confrontación con Cuba, sino al innegable atractivo comercial que representa el nuevo parque de la Pequeña Habana.
Nadie duda que el preponderante público latino de Miami y sus alrededores llene el estadio hasta el tope en cada partido, para apoyar a sus respectivas selecciones, principalmente las de Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana y la propia Cuba, si, como indica la lógica, todas avanzan a la segunda etapa.
Ese apoyo se traduce en abundantes ganancias para los organizadores. Y como decía un comercial de hace unos años en la TV local, “aquí lo que cuenta es el cash”.
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