Barry Bonds |
PHOENIX – Ayer fue el quinto aniversario del cuadrangular 756 de Barry Bonds, quien superó al gran Henry Aaron en la lista de vuelacercas de todos los tiempos el 7 de agosto del 2007 para convertirse en el nuevo Rey del Jonrón.
Ayer fue un día de varias noticias dentro del mundo de las Grandes Ligas, incluyendo la presentación del logotipo para el Juego de Estrellas del 2013, la activación de Evan Longoria de la lista de lesionados y el posible final de la carrera de Henry Blanco, quien probablemente se pierda el resto de la temporada debido a una lesión en el pulgar izquierdo.
Pero sonó muy poco la hazaña de Bonds, un logro que bajo circunstancias normales sería un evento recordado con bombos y platillos. Estamos hablando del batazo más emblemático del béisbol (el triple es para muchos la jugada más emocionante, pero todo el mundo, dentro y fuera del béisbol, sabe lo que es un jonrón). Y en el béisbol, estamos obsesionados con los números y las estadísticas. Entonces, el que más cuadrangulares ha dado en Grandes Ligas debe ser todo un ídolo… ¿o no?
Claro, cuando se habla de la carrera de Barry Bonds, no se habla de circunstancias normales. Las acusaciones de consumo de esteroides, por supuesto, marcan (y para la mayoría, manchan) lo hecho por un pelotero que puso números para entrar al Salón de la Fama en su primera oportunidad. La transformación de su cuerpo después de los 33 años de edad, el aumento en su bateo de poder cuando normalmente los peloteros empiezan a entrar en declive y sus vínculos con el laboratorio BALCO de Victor Conte son más que suficientes para que uno llegue a la conclusión de que Bonds sí fue usuario de sustancias para mejorar el rendimiento.
OJO…En el párrafo anterior, ¿se mencionó alguna prueba fehaciente? No. Ahí está el problema con Bonds y otros peloteros con números para el Salón de la Fama como Mark McGwire, Sammy Sosa y Roger Clemens. Sabemos, pero no sabemos. Y por eso el 7 de agosto probablemente nunca se celebre como se ha hecho con el 8 de abril–fecha en que Aaron rompió la marca de Babe Ruth con su jonrón 715 de por vida en 1974–a pesar de que realmente nunca se han presentado evidencias irrefutables en el caso de Bonds.
De mi parte, sí creo que Bonds consumió sustancias para aumentar el rendimiento. Y sí creo que sus números de poder son exagerados. No es natural conectar 73 jonrones en una temporada (el récord para una campaña que puso Bonds en el 2001). No es natural conectar 411 vuelacercas en las primeras 13 temporadas de una carrera, desde los 21 hasta los 33 años, para luego disparar 351 más en los últimas nueve, desde los 34 hasta los 43 años.
Lo curioso y lo penoso de todo esto es que si no hubiera sido por la supuesta ayuda de los esteroides, Barry Bonds hubiese sido considerado uno de los peloteros de más calidad en la historia y sin la mancha que llevará por siempre. Lean bien el párrafo anterior: Dio 411 jonrones en sus primeros 13 años. Es decir, con bastante seguridad hubiese llegado a los 500 y, sin tener que atreverse mucho, uno puede imaginarlo con 600 o más. Agréguenle eso a sus asombrosos números de bases robadas, carreras empujadas, slugging, porcentaje de embasarse y demás hazañas. Tal vez no hubiese sido el Rey del Jonrón, pero sí sería un colosal en los anales del béisbol.
Si nos guiamos por las votaciones con Rafael Palmeiro y Mark McGwire en la boleta, Bonds y los otros vinculados de alguna forma a los esteroides jamás tendrán sus placas en Cooperstown. Y cuando se trata del récord de jonrones de Bonds, ayer vimos el trato de parte de MLB y de los medios: muy poca bulla, casi como si no hubiera sucedido.
Opino que Bonds y los otros que supuestamente aumentaron su rendimiento con ciertas sustancias cayeron en el vicio de la “Era de los Esteroides” porque veían eso como su oportundad de estar a la par con los otros que lo hacían. No los critico mucho por eso—es imposible juzgarlos si uno no ha vivido su situación en carne propia.
En algunos casos, los resultados fueron espectaculares, como con Bonds. Pero el precio que se paga ahora es muy caro. El 7 de agosto es una fecha cualquiera. Las grandes batallas jonroneras entre Sosa y McGwire casi no se mencionan. Y cuando se trata de Cooperstown, el camino está bien difícil.
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